miércoles, 20 de enero de 2016

La honestidad de los que se van.

Carmen.
Puede que no necesites leer al simple parche que cubre tu ausencia, puede que ni siquiera necesites saber de su existencia, pero necesito escribirte porque te quiero, te quiero de lo mucho que te odio. Siempre eres mi punto de partida aún cuando rompiste todos los puntos del esquema, que se siente cuando sabes que tras tu muerte nazco yo, como una paradoja del fénix impuro. Es triste pero cierto como las rosas acaban solo por guardar su nombre, ni siquiera su aroma podrá salvarte ahora que estás muerta, solo puedes compadecerte de que no deje de pensar en rosas aunque ya no recuerde su color ni su olor, ni siquiera sus espinas. Solo puedes desquiciarte al saber que ni siquiera he florecido, y creo que deberías quererme tanto como te quiero yo a ti. Porque no te conozco pero ya formas parte de mi vida. Jamás quiero conocer tu olor que tanto enloqueció pero Rosa, jamás olvidare tu nombre. Jamás te sentenciaré en vano ni seré el hemistiquio que se apresure a resquebrajarte por mucho daño que me hallas hecho. Jamás lo haré. Asimilo que has sido más que yo y eso nadie podrá quitartelo nunca. Asumo la culpa de ser yo también una Rosa, una Carmen para alguien que no se lo merece, de verdad que no. Pero una vez entras en este círculo vicioso que es el amor solo puedes odiar con todas tus entrañas al ser que atormente tus sueños.

 Eres un revolver clavado a fuego en el pecho que dispara pero nunca mata, porque las palabras quitan el sueño, hacen herida y es imposible curarlas. He ganado. He ganado perdiendo, Carmen. He ganado perdiendo perdedores. No Rosa, no quiero odiarte, quiero quererte por morir, pero te odio por haber muerto así, basando la vida en una maldita cuenta atrás para volver a...

Solo hay un sitio al que no quiero llevarte.
Y es a salvo. 
                                                                                                                                                  T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario