lunes, 11 de julio de 2016

Memorias de una suicida.

     -podría ser una manera radical de enfrentar los problemas – declaraba el diablillo del hombro- ¿Qué la vida es bella? La tuya dejó de serla hace mucho tiempo.
Dicen que soy egoísta por querer irme tan pronto pero más egoístas son ellos por obligarme a quedarme, ¿No? Al fin y al cabo, toda la vida es sueño y los sueños, sueños son… Pero de este no parezco despertar, los gritos son ahogados cada vez, una tras otra…
Veinte años deberían bastar para pensar en cambiar lo kamikaze y masoquista por suicida. Solo busco cambiar el ruido por silencio, como el día en que Nietzsche lloró.
Y pensar que esta maldición es mi mayor fortaleza.
Los malditos no tememos a la muerte, poseemos un nivel de abstracción y profundidad excepcionales, una sensibilidad artística única.
Nietzsche dijo una vez “Lo que no te mata te hace más fuerte” y nada más allá soy tan fuerte que noto el dolor ajeno como propio (Es parte de la maldición)

Si ya estamos en el fondo del pozo nada de lo que venga puede empeorarlo. Pero efectivamente siempre hay algo más abajo.

¿Quiénes somos? Matadme.
Pidría morir ahora.
Podría ser gris, 
ser humo,
ser nada, 
ser nadie, 
ser fantásticamente tú.

miércoles, 20 de abril de 2016

Tú ganas, y siempre hay ganas.

Se pone el sol, se quita el vestido y se maquilla.
Solo se mira en el espejo para dedicarse tiempo muerto.
Los fuertes golpes no quieren decir nada, nadie le ha enseñado a separarse de lo que le entristece y se marchita con el paso del tiempo. Y corre.
Que la destrocen las ganas! Que la hagan pedazos!
Fuma un cigarro intentando sostener que nadie la sostiene.
Lo efímero se vuelve eterno esperándote.
Si su yo del pasado la conociera diría que está loca.
Quizás sea esa conducta masoquista y suicida en su lado sentimental la que le hace ser caótica y catastrófica.
Como todas las paredes tiene grietas.
¿Más limonada?

miércoles, 20 de enero de 2016

La honestidad de los que se van.

Carmen.
Puede que no necesites leer al simple parche que cubre tu ausencia, puede que ni siquiera necesites saber de su existencia, pero necesito escribirte porque te quiero, te quiero de lo mucho que te odio. Siempre eres mi punto de partida aún cuando rompiste todos los puntos del esquema, que se siente cuando sabes que tras tu muerte nazco yo, como una paradoja del fénix impuro. Es triste pero cierto como las rosas acaban solo por guardar su nombre, ni siquiera su aroma podrá salvarte ahora que estás muerta, solo puedes compadecerte de que no deje de pensar en rosas aunque ya no recuerde su color ni su olor, ni siquiera sus espinas. Solo puedes desquiciarte al saber que ni siquiera he florecido, y creo que deberías quererme tanto como te quiero yo a ti. Porque no te conozco pero ya formas parte de mi vida. Jamás quiero conocer tu olor que tanto enloqueció pero Rosa, jamás olvidare tu nombre. Jamás te sentenciaré en vano ni seré el hemistiquio que se apresure a resquebrajarte por mucho daño que me hallas hecho. Jamás lo haré. Asimilo que has sido más que yo y eso nadie podrá quitartelo nunca. Asumo la culpa de ser yo también una Rosa, una Carmen para alguien que no se lo merece, de verdad que no. Pero una vez entras en este círculo vicioso que es el amor solo puedes odiar con todas tus entrañas al ser que atormente tus sueños.

 Eres un revolver clavado a fuego en el pecho que dispara pero nunca mata, porque las palabras quitan el sueño, hacen herida y es imposible curarlas. He ganado. He ganado perdiendo, Carmen. He ganado perdiendo perdedores. No Rosa, no quiero odiarte, quiero quererte por morir, pero te odio por haber muerto así, basando la vida en una maldita cuenta atrás para volver a...

Solo hay un sitio al que no quiero llevarte.
Y es a salvo. 
                                                                                                                                                  T.