miércoles, 26 de agosto de 2015

Que se quiere con la cabeza, el corazón y la tripa.

- O te empotran o te quieren. Tienes que elegir - decía la voz de la experiencia , la más mayor de la mesa.
- No quiero elegir, lo quiero todo.
- Inocente! - le salió de lo profundo a otro.
- Eso es porque aún eres joven. Ya te darás cuenta de que no puede ser...-  de nuevo la voz de la experiencia.

Existen tres formas de querer: con la cabeza, con el corazón y con la tripa. En la cabeza, querer se llama preferir; en el corazón amar; y en la tripa, desear. O quieres con las tres, o estás destinado al caos.
Una propuesta de éxito necesita unanimidad. Sólo cuando cabeza, corazón y tripa se alinean, la persona elegida es deseada y el amor disfrutando. Ni basta con desear, ni es suficiente con preferir, ni vale con amar.

Cabeza, corazón y tripa son tres fuerzas que deben tirar juntas. Tres cuerdas que tan fácilmente se hacen un lío como hilan una hermosa trenza. Es la alineación lo que nos mantiene de pie.

Te ha pasado. Una persona te atrae tantísimo que, cada vez que la tienes cerca, Troya es a su lado una hoguera y las obras de Shakespeare, bien parecen literatura infantil. Te arde la tripa y te tiembla el cuerpo, pero la cabeza te dice que no es lo que buscas. O al revés. Es una persona diez, ideal, cariñosa, valiente, atenta, buena, divertida... pero no te enciende. La cabeza diciendo , y tú tripa diciendo no.

Una última vez:  cabeza, corazón y tripa, por muchas diferencias que presenten y por muchas discusiones, deben darse unidos para resolver los indicios que apuntan a que el amor es siempre paradoja. Es ese "hielo abrasador" o ese "fuego helado" que decía Quevedo, o ese "ni contigo, ni sin ti" de Sabina o de Machado. Es necesario que recordemos que en el amor, como en todo, no puede haber siervos: ni la razón de la pasión, ni el corazón de la cordura. Todos son necesarios: La cabeza para sugerir paciencia cuando la tripa diga "quiero, quiero y quiero"; el corazón para decirle a la razón "tranquila" cuando con las dudas le invada el miedo; y la tripa para entenderle una vela al corazón cuando se crea apagado.

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